La comunicación es el pilar de cualquier organización, pero gran parte de lo que transmitimos no está en las palabras. A menudo nos enfocamos solo en lo que decimos y olvidamos que el éxito de cualquier interacción —desde una conversación informal con un colaborador hasta una presentación clave para el equipo— depende en gran medida del lenguaje no verbal.
Si entendemos que nuestro rol es inspirar, motivar y liderar, debemos dominar el lenguaje corporal: el conjunto de señales que revela si nuestro mensaje es genuino, si transmitimos seguridad y si somos dignos de confianza.
¿Cómo el lenguaje corporal impacta nuestro liderazgo?
Si nuestro objetivo es que un equipo o una persona entienda y se comprometa con nuestras ideas, necesitamos dominar tanto lo que decimos como cómo lo decimos. El lenguaje corporal nos da ventaja, pero un uso inadecuado puede sabotear nuestra credibilidad.
Estos son algunos errores comunes que debilitan nuestro mensaje:
- Mirada imprecisa o nula: si miramos hacia otro lado —al techo o a los costados— mientras hablamos, no conectamos. La gente escucha con los ojos. Llegamos a su conciencia a través de ellos. Si nuestra mirada no es precisa, la audiencia tendrá la sensación de que no estamos seguros de lo que decimos y será más difícil que confíe en lo que proponemos. El contacto visual directo es clave para generar confianza.
- Postura inestable: moverse constantemente, balancearse o cambiar el peso de un pie a otro puede hacernos ver nerviosos e incómodos. Para proyectar autoridad y calma, mantengamos una postura firme y segura, ya sea de pie o sentados. Así transmitimos la sensación de que tenemos el control de la situación.
- Manos que no acompañan el discurso: las manos son una herramienta poderosa. Si las escondemos, las cruzamos o las usamos de manera excesiva, podemos distraer o confundir a la audiencia. Usemos gestos abiertos y naturales para complementar nuestras palabras; esto nos permite ayudar al equipo a “visualizar” lo que estamos explicando. No solo facilita la comprensión, sino que también añade energía al discurso.
- Falta de fluidez y pausas estratégicas: hay que diferenciar claramente la velocidad de la fluidez. Muchas veces sentimos que debemos hablar muy rápido para que se perciba que sabemos.Nada más distante de la verdad. La fluidez es pasar de un tema a otro con facilidad, sin trabas. Pero si tenemos dudas o no hemos preparado una buena historia, llenamos los silencios con “ehmm”, “este”, “¿no?” o con repeticiones y correcciones. Esto rompe la fluidez y hace que el discurso se vuelva ripioso.Por otro lado, están las pausas. Un silencio breve y bien colocado da a la audiencia tiempo para procesar la información y aporta a nuestro mensaje una sensación de peso e importancia. Las pausas son un signo de poder y control.
- Discurso monótono: hablar en un tono de voz plano puede hacer que el mensaje pierda impacto y que los oyentes pierdan el interés. Para mantener a nuestra audiencia atenta, debemos trabajar los énfasis en las palabras clave, resaltar las ideas más importantes y crear puntos de interés que mantengan a nuestro equipo conectado.
Conclusión: el líder que inspira domina su lenguaje no verbal
No se trata solo de lo que decimos, sino de cómo lo transmitimos. Nuestro lenguaje corporal no es un simple accesorio; es la primera señal que nuestro equipo procesa para decidir si puede confiar en nosotros como líderes.
Dominar estas habilidades nos permitirá inspirar confianza, influir positivamente y, en última instancia, alcanzar nuestros objetivos de liderazgo. Al final, el éxito de nuestra comunicación se mide por cómo es recibido el mensaje, no solo por las palabras que usamos.