Por Mónica Berger, consultora y master coach en LHH DBM Perú
En entornos empresariales cada vez más exigentes, el liderazgo no se mide solo por los resultados. También se evalúa por la capacidad de sostenerse emocionalmente, inspirar con autenticidad y tomar decisiones desde la claridad mental.
Sin embargo, muchos líderes enfrentan en silencio dos enemigos internos: el síndrome del impostor y el burnout.
El primero se manifiesta como una duda persistente sobre el propio valor, incluso en medio del éxito. El segundo aparece como un agotamiento profundo que erosiona la motivación y la salud.
Un estudio de LHH DBM Perú (2023) señaló que el 62% de los trabajadores peruanos ha experimentado pensamientos vinculados al síndrome del impostor en algún momento de su vida laboral.
A nivel global, el informe “2025 Views From the C-Suite” de LHH —que encuestó a 2,675 ejecutivos— muestra que el 56% de los líderes reportó sentirse en burnout, un incremento frente al 52% registrado el año anterior.
Estas cifras no solo revelan una crisis silenciosa, sino también una oportunidad estratégica para las organizaciones: cuidar la salud mental del liderazgo es cuidar la sostenibilidad del negocio.
En este contexto, el coaching ejecutivo se presenta como una herramienta valiosa para acompañar a los líderes en su desarrollo integral. No se trata de terapia ni de asesoría técnica, sino de un espacio de reflexión profunda guiado por un aliado estratégico que ayuda al líder a reconectar con su propósito, identificar patrones mentales que limitan su confianza y desarrollar recursos internos para liderar con equilibrio y autenticidad.
Los beneficios de este tipo de acompañamiento trascienden el ámbito individual. Quienes han pasado por procesos de coaching reportan mejoras en su desempeño, en su bienestar emocional y en su capacidad de inspirar.
Diversos estudios, incluidos los impulsados por la International Coaching Federation (ICF), han demostrado que los líderes que participan en procesos de coaching reportan mejoras de hasta 70% en su efectividad para liderar equipos.
Demuestran también que el impacto se multiplica y se refleja directamente en los resultados del negocio: los equipos liderados por personas que han pasado por procesos de coaching muestran niveles más altos —de hasta 40%— de compromiso y satisfacción laboral.
Más allá de las cifras, lo relevante es el cambio cualitativo que ocurre cuando un líder aprende a escuchar con atención y empatía, a expresarse con claridad y a generar conversaciones constructivas.
Su equipo lo percibe más cercano, auténtico e inspirador. De manera natural, la cultura organizacional se fortalece, el clima laboral mejora y la productividad fluye como consecuencia de un entorno más humano y coherente.
El Human Capital Institute, en colaboración con la ICF, concluyó que las organizaciones con una cultura sólida de coaching logran un desempeño 51% mayor en ingresos en comparación con aquellas que no lo aplican.
Además, reportan una mayor agilidad para adaptarse al cambio y una toma de decisiones más estratégica.
En tiempos de alta presión, los líderes que se permiten espacios de reflexión y acompañamiento no solo fortalecen sus habilidades: también aprenden a liderar desde un lugar más humano y sostenible.
En última instancia, el reto no es evitar el agotamiento o la duda, sino reconocerlos como señales que invitan a una evolución más profunda del liderazgo.