¿Cómo manejar conversaciones difíciles en el trabajo?

Eduardo Moane comparte una guía para prepararse ante encuentros que abordan temas incómodos, cargados de incertidumbre.

¿Cuántas veces has preferido guardar silencio en vez de tener una conversación incómoda con alguien del trabajo? Si tu respuesta es “más de una”, no estás solo. En el día a día, todos enfrentamos la necesidad de sostener conversaciones difíciles en la oficina.

Estas conversaciones se caracterizan por un desacuerdo o tema relevante para ambas partes, emociones no expresadas, asuntos de identidad, discrepancias en la percepción de lo ocurrido, y sobre todo, el temor de dañar la relación si se tiene el diálogo.

Algunos ejemplos incluyen dar retroalimentación negativa sobre la calidad de un trabajo, hablar sobre la sobrecarga laboral, comunicar malas noticias, reasignar funciones, terminar un proceso de selección, rechazar un incremento salarial o decirle a un jefe que está equivocado, entre otras situaciones que ustedes mismos pueden reconocer.

La incomodidad que generan estas conversaciones suele llevarnos a postergarlas, lo que a la larga acaba complicando más la situación. A esto, Sheyla Heen, coautora del libro “Conversaciones difíciles”, lo llama el “ciclo de indecisión”.

Nuestra voz interna nos dice que deberíamos tener la conversación para solucionar el problema, pero también nos advierte que si la tenemos quizá dañemos la relación. Entonces decidimos no tenerla. El tema queda sin resolver y la incomodidad persiste, por lo que el ciclo continua y la charla se posterga.

La mejor aproximación a este tipo de conversaciones es verlas como una oportunidad de aprendizaje. Y como tal, requieren preparación. Sugerimos considerar los siguientes puntos:

➡️Hechos: Reconocer que tenemos una “versión” de los hechos, que puede complementarse con la perspectiva de la otra persona. Los hechos en sí son neutros; somos nosotros los que les asignamos contenido.

➡️Emociones: Identificar las emociones que nos genera la conversación y empezar hablando de ellas explícitamente (por ejemplo: “Me inquieta tener que decirte esto, pero creo que es lo mejor para todos). La mejor forma de manejar las emociones es reconociéndolas y expresándolas.

➡️Intenciones: Recuerda que nunca has visto una “intención” caminando por la oficina. Las intenciones se interpretan, y lamentablemente muchas veces lo hacemos de la peor manera posible.

➡️Contribuciones: En algunos casos es necesario entender y reconocer cómo cada parte ha contribuido a la situación, incluido uno mismo.

➡️Identidad: Muchas veces, estas conversaciones cuestionan nuestra identidad. “¿Qué diría de mí como jefe si dejo pasar esta situación?” Entender si ese cuestionamiento es válido resulta clave.

➡️Objetivo: Tener claro qué queremos lograr realmente con esta conversación es fundamental para no perder el foco.

Lo último que buscamos en una conversación difícil es caer en una discusión, donde cada uno se “atrinchera” en su posición y se pierden oportunidades de aprendizaje.

En lugar de verlas como amenazas, las conversaciones difíciles pueden ser espacios donde se fortalece el liderazgo, se construyen relaciones más auténticas y se transforma la cultura laboral.

Bonus: el autor sugiere esta herramienta gratuita para preparar una conversación difícil en distintos contextos.

Revisa aquí la plantilla

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