Comunicar no es un cheque en blanco

Gianfranco Brero explica por qué traducir preocupaciones en resultados claros es vital para evitar la desconexión entre la gerencia general y el área de RR.HH..

Una pregunta común al abordar la falta de comunicación entre los distintos actores de una organización es cuál es la brecha que hay entre la gestión de personas y la gerencia general. Resulta que la diferencia está en la visión de cada área.

Mientras los altos directivos piensan en KPI, utilidades, rentabilidad, ROI y persiguen números concretos, Recursos Humanos se orienta hacia términos más cercanos a la gente: mejorar el clima laboral, desarrollar capacitaciones, disminuir la rotación.

Cabe destacar que la necesidad de convertir esas experiencias en números concretos para la gerencia general genera encuestas que dan resultados numéricos sobre esos temas, como si esos números lo fueran todo. El asunto es cómo estas cifras se vinculan con lo que busca la gerencia.

Si esos resultados no aportan a lo que necesita la gerencia general, no sirven de nada. Son solo números. ¿Mejoró el clima laboral? ¡Bien! Pero, ¿cómo se refleja esto en la producción, en el logro de objetivos?

Supongamos que una empresa tiene un alto nivel de rotación. Lo primero a evaluar sería, entonces, cómo esta tendencia afecta a sus resultados. Y si el impacto es grave, plantear una solución, siempre con foco en los resultados.

Si analizamos de forma cualitativa, ¿quiénes se van? ¿Los high potential? Eso sería muy serio, no solo porque es difícil conseguirlos, cuesta capacitarlos y adecuarlos a la cultura de la empresa, sino porque su salida afectará directamente a la producción.

¿Cómo actuar, entonces? Una alternativa sería que el gerente general se cuestione si está dispuesto a bajar su rentabilidad por no realizar la inversión adecuada para retener a esos talentos.

Esto no solo se refleja en sueldos y compensaciones (en general, nadie está realmente contento con lo que gana), sino en las acciones que generan en dicho trabajador su sentido de pertenencia, de valoración laboral, de importancia en la empresa.

Ese es el secreto de la comunicación: lograr que el interlocutor llegue a conclusiones propias, que son orientadas por quien maneja los argumentos. No se trata de imponer, sino de persuadir.

Entonces, para conseguir eso que queremos de ese alguien que lo tiene, necesitamos hablarle en sus propios términos, es decir, desde su propia perspectiva, usando su mismo “código”.

Y cuando hablo de código, no solo me refiero al idioma en común, sino al tipo de lenguaje que utiliza nuestro interlocutor, a su forma de razonar, a sus vivencias y experiencias, a sus necesidades y miedos. Tenemos que ponernos en sus zapatos y pensar como él.

La comunicación es, pues, una habilidad que nos permite conseguir algo de alguien, sea material o inmaterial. En otras palabras, nunca nos comunicamos gratuitamente.

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