Cambiar una cultura tóxica es una decisión

Una investigación del MIT revela que el liderazgo, las normas sociales y el diseño del trabajo son los tres factores clave que determinan si una organización puede transformar un entorno tóxico en uno saludable.

Hace unos días me encontré con Frank, uno de los mejores alumnos que tuve en un programa de postgrado.

Al terminar sus estudios, Frank me contó ilusionado que había sido contratado por una de las mejores empresas de consumo masivo, asumiendo un puesto que consideraba el “trabajo de sus sueños”. No solo lo entusiasmaban los proyectos que le habían asignado, sino también las condiciones económicas y los beneficios que recibió: un salario por encima del mercado, vehículo con todos los gastos pagados, seguro médico privado, equipos tecnológicos de la marca más deseada y, semana de por medio, regalos de productos saludables muy apreciados que llegaban a su casa.

Cuando le pregunté cómo estaba, Frank me miró fijamente y respondió: “Creo que pronto estaré bien”. Me contó que acababa de renunciar a aquel trabajo con el que había soñado y que terminó siendo una de las peores experiencias de su vida.

Frank calificó esa experiencia como “tóxica” por la falta de transparencia y de respeto, el desbalance en la distribución de tareas, los favoritismos y, especialmente, por la permisividad de los líderes, que le generó desconfianza y decepción.

Una vez más, se evidencia una brecha entre el discurso de las empresas y la conducta de sus empleados.

Una reciente investigación del MIT revela tres factores críticos que las empresas deben abordar para lograr mejores ambientes de trabajo: el liderazgo, las normas sociales y el diseño del trabajo.

Si bien no existe una receta mágica para reconducir un mal ambiente laboral, cada organización debe encontrar lo más adecuado según sus características y su contexto. La pregunta es: ¿por qué, entonces, no desaparecen las culturas tóxicas que ahuyentan a los buenos empleados?

Según la investigación, más del 90% de los directores de empresas reconoce la relación entre los resultados y una cultura saludable; sin embargo, más del 80% admite que la suya no lo es tanto. La gran pregunta es: ¿por qué no la cambian?

En esta oportunidad, elijo sustituir los “consejos” por algunas preguntas que inviten a los lectores a reflexionar sobre el tema, porque solo desde un insight honesto se podrán encontrar rutas para construir mejores ambientes de trabajo que generen buenos resultados de negocio y bienestar para los empleados.

¿Realmente se trata de tener la suerte de contar con un buen jefe? ¿Cuánto de lo que ocurre en el ambiente laboral condiciona y normaliza comportamientos sanos o “tóxicos”?

¿Con qué criterios se designa a los nuevos líderes de área o de proyectos? ¿Cuánto se involucra la alta dirección en esas decisiones?

¿Qué espacios existen para escuchar a los empleados? ¿Qué se está haciendo con las “áreas problema”, donde se registra mayor rotación voluntaria? ¿Cuántos empleados de alto potencial se han marchado en el último año?

Si se preguntara a los empleados cuán saludable es su ambiente de trabajo, ¿qué dirían? Si el problema ya está identificado, lo primero que debe hacer la alta dirección es tomar una decisión.

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