Por Mónica Berger, consultora y master coach en LHH DBM
En los últimos años, la preferencia entre el coaching presencial y virtual ha cambiado profundamente, impulsada por la pandemia, el avance tecnológico y las nuevas dinámicas laborales.
Lo que comenzó como una adaptación forzada se ha convertido en una transformación estructural en la forma de acompañar el desarrollo ejecutivo.
Antes de 2020, el coaching presencial era la norma, especialmente en los niveles directivos. Se valoraba el contacto cara a cara por la creación de vínculos de confianza, la lectura del lenguaje corporal y el impacto simbólico de “salir de la rutina” para tener una conversación transformadora.
Sin embargo, durante la pandemia el coaching virtual se consolidó a nivel global como una alternativa viable y eficaz, demostrando que la profundidad del proceso no depende del lugar, sino de la calidad de la relación y del compromiso del coachee.
Hoy, en 2025, la modalidad híbrida es la gran protagonista. Más de 70% de los procesos de coaching ejecutivo se desarrolla de forma virtual o combinada, según ICF Global.
Esta tendencia responde a una necesidad de eficiencia: los líderes con agendas ajustadas prefieren evitar traslados y apostar por la flexibilidad de plataformas como Zoom, Teams o Google Meet, entre otras.
Muchos ejecutivos incluso señalan: “mejor virtual, para aprovechar el tiempo, porque después tengo reuniones en la oficina”. En ciudades como Lima, el tiempo de traslado se ha convertido en un factor clave en la toma de decisiones.
Aun así, el coaching presencial mantiene su valor en etapas iniciales o en sesiones estratégicas, donde la conexión emocional y el lenguaje no verbal pueden marcar la diferencia.
En procesos complejos o de alto impacto, algunas empresas y algunos líderes siguen optando por encuentros presenciales, al menos en momentos decisivos.
En términos de resultados, los estudios muestran que no existen diferencias significativas entre ambas modalidades. Más que del formato, la efectividad depende de la calidad del proceso, la formación y experiencia del coach, así como del compromiso del coachee.
Eso sí, es fundamental respetar las preferencias individuales: algunos se sienten más cómodos en un entorno físico y otros en uno virtual.En resumen, la virtualidad no solo es una solución práctica, sino también una nueva realidad. El coaching presencial ya no es imprescindible, pero sigue siendo valioso cuando se elige con intención.